miércoles, 15 de octubre de 2014

Tiempo Argentino | Democracia y participación | Opinión

Ir por más es ir más allá

Los gobiernos progresistas y de izquierda de la región no podrían ser pensados sin un contenido que habita en la conflictividad social que les dio origen.

Oscar R. González*

El politólogo inglés Colin Crouch sostiene que "el neoliberalismo realmente existente (…) no está para nada consagrado al mercado libre, como se pretende, sino que más bien está dedicado al dominio de la vida pública por parte de las grandes corporaciones".
Según esta concepción, la democracia, como mero procedimiento institucional para la toma de decisiones, no es más que una forma de legitimar un orden excluyente.
 Quizás por eso, será desde los márgenes de ese mismo orden desde donde emergerá, al menos en la experiencia argentina, el mayor cuestionamiento: los movimientos sociales, las protestas sectoriales y las asambleas barriales serán las formas que darán vida al "exceso constitutivo de la política" del que habla Jacques Rancière en su libro El odio a la democracia.
 Aquel "exceso" tuvo tres componentes centrales: la demanda por la redistribución del ingreso (movilizaciones, piquetes, cortes), la crítica a la ruptura del vínculo representativo (el "que se vayan todos") y, finalmente, la participación política en la toma de decisiones (las asambleas y otras formas deliberativas).
 El sociólogo Boaventura de Sousa Santos da una clave cuando afirma que "una democracia sin redistribución social no constituye ningún problema para el capitalismo; al contrario, es el otro lado del capitalismo, la forma más legítima de un Estado débil". Este fue el sentido de la democracia,  como modo de convalidación de un sistema económico expulsivo, por lo menos hasta hace algunos años.
 Es que no hay forma de extender la democracia si no se transforma la acción pública, si el Estado no cobra autonomía frente a las grandes corporaciones, asimilando y convirtiendo en gestión la energía y el contenido plebeyo de los múltiples reclamos, manifestaciones y revueltas que constituyen, en su desordenada articulación, el escenario político y social.
Ninguno de los gobiernos progresistas y de izquierda de la región podría ser pensado sin este contenido de democracia radical que habita en la conflictividad social que les dio origen. Sin embargo, es importante señalar que las demandas de participación popular, redistribución del ingreso y crítica a la democracia formal estuvieron presentes en los programas de gobierno que distintas fuerzas de progresistas y de izquierda aplicaron al llegar al poder en la escena regional. Benjamín Goldfrank sostiene que "desde el final de los 70 hasta el comienzo de los 90, muchos partidos políticos de la izquierda latinoamericana se transformaron ideológicamente", y cita al Partido de los Trabajadores de Brasil, la Izquierda Unida de Perú y el Frente Amplio de Uruguay entre otros partidos, que "propusieron como mecanismo clave para alcanzar una democracia más profunda la participación popular directa en las tomas de decisiones de gobierno."
En nuestro país, en 2002, en medio de la crisis de esa época, los gobiernos locales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de Rosario acudieron al Presupuesto Participativo (PP), como herramienta destinada a socializar con los vecinos la asignación de una parte del Presupuesto público mediante su participación en asambleas y mecanismos transparentes de selección de proyectos. La suerte de esta política pública en aquellos dos distritos ha recorrido diferentes caminos –consolidación en Rosario, fracaso en la CABA–, pero ese instrumento de protagonismo popular se abrió paso en todo el territorio nacional y un balance global nos permite encontrar hoy unas 60 experiencias locales en marcha, aplicadas en cada municipio respetando su propio perfil e idiosincracia.
De esta expansión, que abarca a localidades donde habita el 28% de la población argentina, no es ajena el despliegue del Programa Nacional de Presupuesto Participativo que desde 2007 coordina nuestra Secretaría y desde donde se asiste y asesora a decenas de municipios que han incorporado o analizan aplicar esta política pública de democracia participativa.
 Municipios que mayoritariamente integran la Red Argentina de Presupuesto Participativo (RAPP) y que en noviembre se congregarán en Gualeguaychú para celebrar el VII Encuentro Nacional de PP.
Como decimos en cada una de las reuniones de las que participamos, no es casualidad que desde el gobierno nacional se impulsen este tipo de políticas públicas ya  que ellas se insertan en un contexto de permanente ampliación de derechos y de creciente incentivo al protagonismo popular.
Es que el ciclo histórico abierto en 2003 avanzó en la producción de legislación y políticas públicas destinadas a enfrentar los nudos gordianos en torno a la redistribución, la participación política y la crisis de las instituciones representativas. El resultado de este esfuerzo es la significativa reducción de los índices de pobreza, la ampliación de derechos, la posibilidad del ejercicio efectivo de otros y el incremento de la participación ciudadana en el proceso de diseño e implementación de la nueva legislación.
Sin embargo la desigualdad ha sido un patrón resistente en la región y en nuestro país. Por ello, el desafío de nuestro tiempo es redistribuir la riqueza, limitando a los actores con poder de veto que están en los márgenes del sistema democrático liberal. Para ello, nada mejor que fortalecer la democracia representativa que nos rige, extendiendo sus fronteras más allá de la intermitencia electoral y convirtiéndola en ejercicio continuo y práctica cotidiana.

*Secretario de Relaciones Parlamentarias de la Nación. Integra Socialistas para la Victoria / Confederación Socialista.

Publicado por Tiempo Argentino, Opinión, pág. 28, el 15 de octubre de 2014


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