lunes, 15 de febrero de 2010

ENTREVISTA EN DIARIO CRÍTICA

“Colectivero no, quería ser taxista”

El secretario de Gabinete y Relaciones Parlamentarias dice que comenzó a militar en un partido gorila porque cuando nació, durante el gobierno de Perón, tuvo que pasar la primera noche envuelto en la funda de una almohada.


Gabriela Vulcano


Algunas horas antes de jurar como secretario de Gabinete y Relaciones Parlamentarias ante la presidenta Cristina Fernández, en 2008, Oscar González leyó en un matutino un chiste que marcó el comienzo de su gestión. “Cuando entré a mi despacho, encendí la computadora y puse como clave la frase que usó Rep para describir mi incorporación al Gobierno: ‘Sí, me inmolo’”, recuerda a carcajadas el dirigente socialista. Para que no queden dudas de su pertenencia política, posa su mirada, a cada instante, en una foto de Alfredo Palacios, que está junto a un cuadro que lleva la firma de Alicia Moreau de Justo.

–Si tuviera que presentarse a sí mismo, ¿qué diría? –Soy un periodista que circunstancialmente trata de colaborar con una gestión que comparte, que siempre tiene la ilusión de poder leer viejos textos y eventualmente volver a su profesión.

–¿Por qué eligió ser periodista? –Fue una decisión involuntaria.
Desde chico me gustó la actividad política y entré a la Juventud Socialista a los 14 años. En la terraza de mi casa teníamos un mimeógrafo, y durante la dictadura de Onganía empezamos a sacar un boletín que se llamaba Pueblo Rebelde. Lo tirábamos desde los superpullman de los cines de Flores y Floresta. A los 18 años, tuve la posibilidad de entrar a Clarín en tareas ligadas a la publicidad y me puse en contacto con los viejos periodistas y correctores, y con la actividad sindical. Me hice delegado en el 72 hasta el 76, cuando toda la comisión interna fue expulsada por un joven gerente llamado Héctor Magnetto.

–¿Sus padres eran socialistas? –Mi mamá no, era católica militante.
Mi papá era un socialista bastante independiente. Era un gallego inmigrante que se había comprado un colectivo en los años 40, pero una de las cláusulas del pacto Roca-Runciman era que se les entregara a los ingleses la totalidad del monopolio del transporte en la Argentina. Mi padre fue expropiado y decidió encabezar la huelga de colectiveros. Finalmente, tuvo que ir a trabajar como chofer a esa empresa y, cuando le tocó manejar su colectivo, se negó. En ese momento, Alfredo Palacios los apoyó y los comunistas no.

–¿Pensó ser chofer de colectivo? –No, nunca. Quería ser taxista.
Mi viejo tuvo un Plymouth 38, que tenía los asientos de cuero, el volante nacarado y pescante. Lo que yo más quería era que mi viejo me mandara a lavar el coche. En realidad, siempre me quise dedicar a la actividad política. En ese momento, se pensaba que para dedicarse a eso había que ser abogado. Además, quería ser periodista pero no se estudiaba periodismo. Yo estudiaba periodismo en los boliches de Constitución, donde íbamos a comer pizza o a El Globo a comer puchero.

–¿Conserva alguna característica de su niñez? –El empecinamiento. Me propongo un objetivo y llego. Algunos decían que era muy diplomático, afortunadamente lo cambié. En el lugar donde funcionaba la comisión interna de Clarín, me decían: “El antigüito, nuestro canciller”.

–¿Por qué “El antigüito”? –De pibe siempre vestía de traje y chaleco, entonces Juan José Panno me bautizó así.

–Usted dijo que una de sus características es ser perseverante; ¿en qué porcentaje consiguió lo que deseaba a lo largo de su vida? –No sé si en el plano personal, pero en el profesional hice toda una carrera absolutamente completa de aprendiz, cronista, redactor, jefe de sección, secretario de redacción y jefe de redacción.
Nunca ejercí como abogado.

–¿Por qué destaca el plano profesional y no el personal? –No tengo hijos porque las circunstancias de la vida hicieron que no fuera posible, y eso me quedó como algo pendiente.
Tendría que tener nietos y no los tengo. Viví mucho fuera del país.
Estuve más de dos años cubriendo la guerra de El Salvador. Fue una historia muy dura porque yo era jefe de la sección de un diario muy importante de México y el corresponsal que había designado murió en medio de los enfrentamientos –yo creo que fue ejecutado–; entonces fui allá y me quedé hasta que el embajador de México me dijo que por orden del canciller debía retirarme.

–¿Cuáles son sus asignaturas pendientes? –Amo el periodismo. Los momentos más felices de mi vida los pasé en los cierres.

–¿De qué disfruta en soledad? –Leer de nuevo lo que ya leí, sin leer lo que todavía tengo pendiente.
Me gusta ir a las ferias de San Telmo y parque Centenario a comprar viejas fotografías. Me gustan los escaparates de las ferreterías, pero no sé hacer nada con ninguna de esas herramientas.

–¿Qué le gusta compartir? –Una caminata. Lo que quiero decir me fluye cuando camino.
Si es en la playa, mejor. Cuando quiero decir algo importante, me paro y obligo a la persona que está conmigo a que se pare.

–¿Es solitario? –Sí, yo me siento un solitario pero nadie me considera así. Creen que soy muy sociable.

–¿Qué le gustaría hacer si tuviera más tiempo? –Escribir una autobiografía.
Empecé pero no pasé de la noche de mi nacimiento. Yo nací en el hospital Rivadavia en el 48, en pleno auge del peronismo. Esa noche, mi viejo dejó a mi madre allí con un maletín con pañales.
Enseguida le dijeron: “¿Qué está dejando ahí?”. Mi papá les explicó y le respondieron: “¿Usted no sabe que estamos en el gobierno del general Perón y que los únicos privilegiados son los niños? ¡Acá no falta nada, llévese eso!”.
Pero cuando nací no había ningún pañal, así que la primera noche la pasé envuelto en la funda de una almohada. Algunos dicen que yo empecé a militar en un partido gorila por eso. (Risas).

PÚBLICO Y PRIVADO

Tiene 61 años y es secretario de Gabinete y Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete.
En 1988, junto a Alfredo Bravo y otros militantes de la Confederación Socialista, se integró en el Partido Socialista Democrático.
Es abogado. Fue docente en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la UBA. Se desempeñó como periodista en el Unomásuno de México, El Periodista, Radio Municipal y diario Sur, entre otros medios.
Entre 2000 y 2003 fue diputado nacional.

La billetera del caballero

En su billetera tiene la cédula de identidad, una tarjeta de débito y dos de crédito, la credencial de la obra social, el registro de conducir, una constancia de pago de los impuestos, la cédula verde, la credencial del Automóvil Club Argentino y una tarjeta de emergencias médicas.

Publicada por el diario Critica de Argentina, sección El País, pág. 14, el domingo 14 de febrero de 2010



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