martes, 3 de marzo de 2009

Torquemada y los prestanombres

El lado salvaje del socialismo

La expulsión de los dirigentes del PS bonaerense expone la disputa por el alineamiento nacional de esa fuerza.

Por Oscar R. González*

Una secta pequeña y regimentada, cuyos orígenes y prácticas políticas están muy lejos de las tradiciones del socialismo –movimiento de izquierda, democrático, librepensador–, se arroga la facultad de expulsarme del partido a cuya militancia me incorporé el 24 de junio de 1963, es decir hace 45 años.

Ariel Basteiro, destacado militante de décadas, también fue ejecutado sumariamente. Jorge Rivas no fue alcanzado por la ira oficialista por razones conocidas. Un grupo de prestanombres de la gavilla oficialista, actuando como “comisión de ética” nos acusa falazmente de que ambos “incitamos a la violencia” durante el frustrado congreso partidario llamado para sumar al partido al frenesí opositor de la derecha sojera donde se negaron a acreditar a los delegados bonaerenses.

Todas las probanzas acercadas al proceso nos favorecen y muchas de ellas –la totalidad en mi caso– no fueron aceptadas por este supuesto tribunal. Sostienen que acepté colaborar con el gobierno sin autorización de la conducción partidaria, simulando ignorar que un impecable con- greso del socialismo bonaerense –400 delegados– aprobó por virtual unanimidad una política de alianzas que encierra su obvio correlato: apoyar al gobierno al que se respaldó electoralmente.

Antes de proceder a las expulsiones –que aun ficticio es un proceso que lleva su tiempo– se apuraron a intervenir el socialismo bonaerense: frente a la derrota política aplican la violencia burocrática del aparato.

Las excusas, se sabe, solo tienen por objeto encubrir las razones verdaderas. En este caso, la verdad es que los socialistas de la provincia de Buenos Aires resultamos un escollo infranqueable para que cumplan su precepto de llevar al socialismo al lugar de la oposición crispada, irracional y pendenciera. Lo que muestra sin ir más lejos la lastimosa foto tomada el miércoles pasado en el Senado, en la que un sedicente senador socialista mira a la cámara flanqueado por la cúpula de las corporaciones del capital agrario y las expresiones más conservadoras de la oposición política.

Frente a estos llamados socialistas que comparten los arrebatos de los que extorsionan al gobierno y a la sociedad reteniendo granos, copando bancos y merodeando rutas, muchos socialistas verdaderos –y no sólo los bonaerenses– ratificamos nuestra decisión de respaldar desde una posición de autonomía al gobierno de la presidenta Cristina Fernandez , al que consideramos –y cualquiera lo sabe– el más avanzado de las ultimas décadas.

Ligados a una tradición política de cambio social en libertad, los socialistas entendemos que aun queda mucho por hacer y el sentido de nuestra contribución –propositiva, constructiva– va precisamente en ese sentido: para cumplir esas tareas pendientes y conquistar las demandas todavía insatisfechas es que muchos socialistas colaboramos con la administración publica, provincial y en muchos municipios.

Nosotros, los intervenidos, los expulsados, creemos que el Partido Socialista tiene que estar en la primera fila de las fuerzas progresistas que ponen el cuerpo a favor de las políticas públicas destinadas a reconstruir el Estado, a proteger el salario, a defender la producción y el empleo, a alinearnos con los procesos populares de otros países hermanos de América Latina.

Nuestra participación en la gestión de gobierno es coherente con los objetivos largamente perseguidos por el socialismo, que no puede ignorar lo que se ha logrado en los últimos seis años, ni lo que se persigue con esfuerzo en medio del asedio de grupos poderosos de adentro y de afuera que no quieren un Estado activo y solidario.

No tenemos miedo a ningún debate político. Al contrario, lo reclamamos. Los que le temen son aquellos que prefieren amotinarse contra el cambio y extraviarse en la lucha política de la mano de la derecha, refugiándose en la misma retórica de los sectores del privilegio y desatendiendo hasta las formas más elementales del compromiso socialista. Para ellos Juan B. Justo, Alicia Moreau, Alfredo Palacios, Manuel Ugarte y Alfredo Bravo no dicen nada.

Quizás porque los tres últimos fueron también y a su tiempo expulsados por obra de la intolerancia y ya nadie recuerda a los verdugos.

* Ex secretario general del PS. Ex diputado nacional Sec. de Acción Política del Socialismo Bonaerense.

Publicado por el diario El Argentino, pag. 12, el martes 3 de marzo de 2009



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