lunes, 29 de octubre de 2012

El recuerdo de Kirchner

El sueño colectivo

Por Oscar González *

Hace dos años, mientras miles de personas llegaban a la Casa Rosada para expresar su dolor y rendir tributo a la memoria de un hombre excepcional, un lúcido testigo y protagonista privilegiado de las transformaciones experimentadas por nuestro país en la ultima década decía que Néstor Kirchner les había devuelto la autoestima a los argentinos. Era el entonces presidente Lula da Silva, que había compartido con él una etapa inédita para la región, caracterizada por la emergencia de gobiernos progresistas en casi todos los países y por la materialización de la tantas veces proclamada integración latinoamericana.

La conmoción provocada por la repentina desaparición de Kirchner hizo que millones de argentinos valoraran en su verdadera dimensión la importancia de este hombre llano, abierto, valiente y convencido, que renegaba de la grandilocuencia y la solemnidad, pero que con sus acciones dejó marcas indelebles en la historia nacional.

Néstor Kirchner fue el presidente justo en el momento preciso. Para una Argentina diezmada por la aventura neoliberal, quebrada por una lacerante fractura social y abrumada por la impotencia o la complicidad de sus gobernantes con los poderes concentrados, esa recreación de la autoestima estaba necesariamente asociada a la posibilidad de construir un futuro en común, contradiciendo de ese modo el "sálvese quien pueda" heredado de la década anterior.

Esa posibilidad, como lo advirtió y reafirmó rápidamente Kirchner, iba de la mano de la recuperación de la política como herramienta de transformación, como ámbito de debate y decisión, como instancia donde el interés general prevalece sobre el privilegio sectorial. La famosa transgresión que caracterizó su actitud no fue mera iracundia sino serena indignación frente a la injusticia, y por ello desde 2003 pasó al olvido aquel mandato neoliberal que asignaba a la política el papel de mera facilitadora y garante del fundamentalismo de mercado.

Como encarnación de esa desobediencia, con decisiones inesperadas que sorprendieron a propios y extraños, Kirchner fue cimentando la nueva etapa institucional argentina, signada por una creciente participación social y política, que fue el inicio de un largo itinerario de reformas irreversibles y ampliación de derechos que continúan desplegándose hoy en las iniciativas de Cristina Fernández.

La autoestima de que hablaba Lula no era vanidad ni arrogancia. Era confianza en las capacidades y la propia fuerza. Era, y es, la convicción de que es posible avanzar, construir un destino y crecer como sociedad y como país. Es, finalmente, la decisión de animarse a encarnar un sueño colectivo, rechazando el mandato del poder que prescribe sólo la resignación. Ese es el gran legado de Néstor Kirchner.

* Dirigente de la Confederación Socialista Argentina. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.

Publicado por Página 12, El País, pág. 10, el 29 de octubre de 2012.


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