domingo, 4 de octubre de 2009

Actualidad

El papel de la centroizquierda

Por Oscar González (*)

En la actitud y el compromiso que asuma frente a cada conflicto real, la centroizquierda puede hallar no sólo un sentido para su misión sino su propia legitimación como protagonista de la vida política.

Por esas cosas del lenguaje periodístico, la palabra centroizquierda, sin lograr la condición de categoría política, sirve para delimitar un difuso territorio donde conviven siglas y representaciones políticas diversas. Lo que la prensa simplifica bajo esa denominación no expresa sólo cierto reduccionismo mediático sino también la necesidad de agrupar a sectores y dirigentes que, aunque unidos por un discurso relativamente común, suelen mudar de opinión según los avatares de la vida política.

Ocurre que es en el terreno político concreto donde las propuestas progresistas juegan su viabilidad y su destino y es ahí, en el curso de cada conflicto, donde los programas y los enunciados de principios confrontan con la realidad y encuentran legitimidad. Dicho de otro modo, la incesante tarea de construcción de una izquierda democrática no puede darse al margen de las colisiones de intereses que atraviesan la sociedad de lado a lado y que obligan a determinar a cada instante dónde está el camino correcto.

Esa dimensión reveladora de cuál es el lugar a ocupar durante la disputa política llevó al traspié a cierta centroizquierda durante la batalla por las retenciones a las exportaciones de granos, cuando vaciló frente a una nítida divisoria en términos de redistribución de la riqueza, sin advertir que la resistencia al cambio encubría una recomposición de la coalición de poder de los 90. Esa incomprensión llevó a una asombrosa convergencia entre una parcialidad corporativa y algunos actores históricamente autodefinidos como progresistas, tanto en su variante socialdemócrata como nacional popular.

Temerosos a identificarse con el oficialismo, en algunos casos, o en la pueril creencia que desde un grupo político sin base popular se puede acumular al margen de cómo se resuelven los conflictos que afectan a millones de argentinos, no pocos dirigentes de sincera vocación progresista contribuyeron entonces a que la derecha avanzara hasta posiciones inesperadas. Se difirió así una oportunidad para mostrar una izquierda plural, crítica e independiente dispuesta a fortalecer y estimular las decisiones políticas de transformación social.

Felizmente ese proceso comienza a dar señales de una reversión positiva, en un tránsito que se percibió ya al momento de recuperarse para el sistema solidario los fondos previsionales y también al rescatarse la aerolínea de bandera. Este cambio denota una nueva reflexión y es producto a la vez de que el gobierno mantuvo -y profundizó- la iniciativa política hasta el punto de asumir desafíos cada vez más trascendentes como el de impulsar el proyecto de ley de comunicación audiovisual que está a punto de aprobarse en el Senado.

Este último debate -y los que seguramente vendrán- no sólo reconfiguran el panorama parlamentario destacando el rol de quienes se identifican con una sensibilidad de centroizquierda, sino que les otorga a esos sectores la posibilidad de influir decisivamente cuando lo que se define no es la suerte de un gobierno sino la posibilidad de vivir en un país donde el Estado sirva a la sociedad y no sea rehén del privilegio.

(*) Ex secretario general y diputado nacional del Partido Socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del Gobierno nacional.

Publicado en la agencia TELAM el sábado 3 de octubre de 2009 y en el diario La Capital de Mar del Plata, el domingo 4 de octubre de 2009, sección El País.

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