Los deseos imaginarios del fundamentalismo
Por Oscar R. González*
¿Qué tienen en común una asamblea de empresarios rurales amenazantes con las delirantes declaraciones de un prelado católico que alerta sobre una imaginaria infiltración neomarxista en las escuelas? Michel Foucault sostenía que una condición necesaria para la vigencia del neoliberalismo es el miedo. El miedo como barrera contra la protesta y el reclamo social, como una telaraña de acero que impide la pluralidad y la diversidad de ideas. Si los gordos de
Si el obispo de
La democracia moderna se sustenta en un sujeto, el ciudadano, que para ejercer la totalidad de sus derechos necesita no sólo condiciones que le garanticen la libertad de elegir y ser elegido: una persona privada de alimentos, educación y condiciones mínimas de bienestar es presa fácil del clientelismo y del autoritarismo. Es que la ciudadanía, antes que un estado de las personas, es un ejercicio cotidiano, lo que implica conciencia plena de los derechos que la sostienen, y es deber del Estado, a través de la educación, crear las condiciones en que se forma el sujeto de la democracia. Es también una obligación estatal garantizar a través de determinaciones fiscales razonables, las condiciones básicas de bienestar social.
La pretensión de cierta jerarquía católica de monopolizar la moral social y anatematizar la educación pública es antagónica con estos objetivos y su discurso sólo puede realizarse en un marco autoritario. Así es que un obispo enmascara ideológicamente la intención de los grupos del poder económico, porque ambos coinciden en el ensueño absurdo de un país sin conflictos, con grupos que imponen una paz basada en la supresión violenta de la protesta y el disenso, con palabras y corrientes filosóficas, económicas y científicas erradicadas por estimular la conciencia crítica.
Si Aguer pretende que, a esta altura de la historia universal, la educación sexual es monopolio de un marxismo que, además, debe ser condenado por demoníaco, lo que subyace en esa afirmación es la amenaza de la represión, ya que es imposible eludir el hecho de que, para los argentinos, esa condena está indisolublemente ligada al terrorismo de Estado. Del mismo modo, si los destemplados patrones del campo descalifican groseramente a las autoridades y extorsionan a la sociedad, sin asumir que como segmento privilegiado deben compartir los beneficios que le brinda un patrimonio en gran medida común –porque ni el agua, ni el sol ni el clima figuran en sus títulos de propiedad- quiere decir que propician eternizar la desigualdad. Y todos, pero sobre todo los dirigentes políticos, deberían tomar nota de ese riesgo porque las tensiones originadas en las asimetrías sociales extremas y la falta de solidaridad atentan directamente contra la gobernabilidad democrática.
* Dirigente socialista. Ex Secretario General del PS y ex Diputado Nacional del PS. Actual secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
Publicado por la agencia TELAM y en La Capital de Mar del Plata el domingo 2 de agosto de 2009
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