lunes, 16 de junio de 2014

Opinión

Plan Progresar, no Servicio Militar

Por Oscar González

La anacrónica propuesta de exhumar el servicio militar daría para el ridículo, por lo primitiva, si no fuera por el pasado trágico que evoca esa institución perimida. Detrás de la idea quizás subyace la concepción de que el estamento militar es la última barrera contra el caos social, una reserva de valores morales que la comunidad ha perdido y que sólo puede ser restaurada a mano armada. Es decir, el discurso con que se fundamentaron los golpes de Estado que, a lo largo de nuestra historia, no hicieron otra cosa que preservar el orden del privilegio amenazado por las demandas de justicia social. Por suerte hoy las fuerzas armadas tienen otra orientación y responden plenamente a los mandos de la Constitución, pero la idea autoritaria de que las armas garantizan el orden interno y las conductas sociales parece ser, pese a las casi cuatro décadas de vida democrática, de una transversalidad política ominosa. Y para que nada falte, su reformulación ahora, a todas luces discriminatoria, evoca la leva de los gauchos “vagos y mal entretenidos” con que se alimentó la guerra contra el indio durante la llamada Conquista del Desierto. Una concepción contraria a la doctrina militar vigente y a la profesionalización presente. Pero, sorprendentemente, o no tanto, los modos autoritarios de resolver los conflictos sociales siguen vigentes en la cabeza de algunos dirigentes políticos, más afines a la mentalidad de los estancieros decimonónicos que de este presente de ampliación de derechos e inclusión social. La propuesta, basada probablemente en la vetusta consigna de que en los cuarteles “los jóvenes se hacen hombres” (¿dónde se hacen mujeres las jóvenes entonces, acaso en las cocinas?), choca de lleno con el sentido común: si esos jóvenes que no estudian ni trabajan son víctimas fáciles de la tentación de delinquir, ¿cómo se compagina esta presunción con su incorporación a un ámbito donde se enseña a disparar armas de guerra? Estamos entonces ante un dislate machista, autoritario y, encima, ineficaz, como se ha señalado desde diversas vertientes políticas y aún desde los propios mandos militares. Que sigan desplegándose entonces las soluciones reales para la inclusión de los jóvenes: Plan Progresar, no servicio militar.

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