lunes, 12 de marzo de 2012

Agenda parlamentaria


Una agenda parlamentaria para la emancipación

Tras el magro bienio legislativo 2009-2011, período durante el cual la oposición copó las principales comisiones del Congreso pero no supo, o no pudo, desarrollar una acción coherente y terminó consumida en su indigencia de propuestas, está en marcha una nueva etapa parlamentaria que promete ser intensa, fructífera y, de algún modo, fundacional ya que los proyectos anunciados por la presidenta en la apertura de las sesiones –y los enviados después– no sólo se inscriben en el camino abierto en 2003, sino que buscan profundizar los avances conquistados desde entonces.

Siempre al frente de la iniciativa política, el gobierno nacional vuelve a desafiar en este ciclo las ciudadelas neoliberales, como sucede con la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, que ya avanza en Diputados mal que les pese a los nostálgicos del Consenso de Washington. No se trata, como algunos pretenden, de abrir grifos para aumentar el gasto público, sino de desandar los mecanismos impuestos por Martínez de Hoz que hizo de  la presunta independencia de la autoridad monetaria, un subterfugio para subordinarla al interés del capital financiero concentrado.

Por su parte, con la “reforma, actualización y unificación de los códigos civiles y de comercio”, se amplían derechos que emancipan más a las personas y se incide en la democratización de la vida cotidiana, la familia, la convivencia y la cultura. Ese es otro de los signos de identidad del derrotero iniciado hace una década, del que las leyes de servicios de comunicación audiovisual y de matrimonio igualitario son, apenas, dos ejemplos.

Finalmente, la presidenta ha reivindicado en los hechos la tan enunciada vocación federalista de casi toda la dirigencia política, al llevar a las cámaras el debate sobre la transferencia de servicios a la Ciudad de Buenos Aires. Tras el penoso espectáculo protagonizado por un jefe de gobierno que no termina de asumir que el Estado no es una empresa –y que, en consecuencia, no pueden atenderse sólo los nichos de mercado rentables–, la decisión de convertir en ley el traspaso del transporte público pone las cosas en su lugar y ratifica una autonomía que se declama pero que no se ejerce. Esta agenda, amplia y consistente, no sólo revela la vocación transformadora de un gobierno que no se enreda en los sinuosos pliegues de la alevosía mediática y sus vanas afrentas,  sino que, con propuestas, interpela a la oposición parlamentaria, que vuelve a enfrentar un dilema: contribuir, aún desde el disenso, a construir un nuevo tiempo, o refugiarse en la quimera de acoplar devaluadas piezas sueltas de un pasado decadente que quiere volver de la mano de un dirigente que ni se anima a administrar el subte.

(*) Dirigente del Socialismo para la Victoria.

Publicada por Tiempo Argentino, el 12 de marzo de 2012

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